Esta mañana la prensa publicaba, bajo el titular Falcon Crest en la Ribera del Duero, el lamentable conflicto de la familia Fernandez Ribera, propietaria del Grupo Pesquera.
A partir de la información publicada, se pone de manifiesto una realidad: las familias empresarias deben aprender a planificar su continuidad, ordenando la interacción del complejo trinomio empresa, familia y propiedad. El triste caso del Grupo Pesquera es un magnífico ejemplo de lo que nunca debería suceder. Poner en riesgo un grupo que, según lo publicado, facturó 18 millones de euros en el 2017, con más de 90 millones de activos y apenas deuda es, en mi criterio, un auténtico drama.
Pero, ¿qué es lo que puede desencadenar una situación en la que todos pierden? Sin conocer el asunto en primera persona, parece ser que el divorcio del fundador y la coalición de algunos miembros de la familia han provocado que el fundador haya salido del órgano de administración y, por lo tanto, se haya visto forzado a dejar de participar en la toma de decisiones.
Las familias empresarias, pilar de la economía de la OCDE, están mucho más exigidas que el resto. Muchos pensarán que ser parte de una familia exitosa es una gran ventaja. Y es cierto, lo es. Sin embargo, en muchos casos los peajes que deben pagar sus miembros son muy altos y, en algunos casos, letales.
Nadie ni nada puede garantizar que, con planificación, se eviten esta situaciones. Pero lo que sí es casi seguro, es que los que planifican tienen muchas más posibilidades de éxito. A lo largo de los años, he conocido a familias empresarias de 2ª, 3ª y 4ª generación que han conseguido resolver sus dificultades, pactando reglas y mecanismos para la solución de controversias con un objetivo común: en caso de conflicto entre miembros de la familia, proteger la empresa y el legado de los fundadores.
Cómo hacerlo dependerá de cada caso. Lo importante es tomar conciencia de la necesidad de ponerse manos a la obra y, en el momento oportuno, que todos, socios y futuros socios, trabajen sobre cómo quieren resolver situaciones que pondrán a prueba el pilar sobre el que se construyen este tipo de empresas: la familia.
Los protocolos familiares, los planes de sucesión, el gobierno corporativo, los pactos de sindicación, etc. pueden ser instrumentos que ayuden a dar forma al ejercicio que toda familia empresaria debería hacer en un determinado momento. Poner en riesgo un patrimonio que no solo genera riqueza y prestigio a sus propietarios, sino que beneficia a muchos otros (trabajadores, clientes, proveedores, etc.) debería estar prohibido.
Ahora es el momento de reflexionar y, si es posible, empezar a planificar. Ojalá que el drama del Grupo Pesquera sirva de ejemplo para que las familias empresarias entiendan que la planificación puede evitar, o al menos neutralizar, el profundo impacto que un problema de índole familiar puede provocar en una empresa y en todos los que dependen de ella.
Artículo publicado en el diario El Economista el 29 de marzo de 2019,
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Mario de Gandarillas Martos
Socio de Empresa Familiar de Vaciero